18 mayo, 2013

Caballo de Troya




- ¿Brain?, ¿Brain?, ¡Oye, que empezamos!
- ¿Eh? ¡Ah!
Brain había salido de su letargo. Esa parada le había venido bien para desconectar un poco.
Llevaba unos días duros.  Era el tercer día seguido  repitiendo turno en el trabajo y repitiendo turno por la noche en los bares con letreros de neón. Habían sido de esas noches en las que las mujeres baratas y el alcohol, llevaban a  Brain al convencimiento de  que en sus cuidadas manos, con dedos largos y poderosos, el dinero nunca se  haría viejo.  Tan largos y poderosos eran los dedos de Brain, que en su juventud tuvo la  duda de si seguir trabajando en los muelles o hacerlo de proctólogo en Chueca. Dos razones le desanimaban a tomar ese camino. La primera, que no había estudiado medicina, la segunda, que le aterraba la idea de encontrarse el pellejo de una lenteja en la punta del dedo después de realizar una prospección.
Estos días y estas noches a Brain le habían venido bien. Siempre es mejor, afirmaba Brain, dejar de dormir  al lado de un amor mercenario y una copa babeada,   que permanecer insomne en compañía de una conciencia despiadada. En esas noches de insomnio y soledad Brain echaba de menos la complicidad de una mancha en el techo o una sombra entre sus cortinas con las que  tener la oportunidad de distraerse.  Hasta en eso le abandonó la suerte durante esos días, o mejor dicho, durante esas noches. Lo tenía todo en  contra. Ni siquiera sus inquietudes culturales le ayudaban.




 Como el resto de sus compañeros, Brain era una persona informada. Escuchaba la radio, leía el periódico y veía la televisión. Pero mientras muchos de los que le rodeaban escuchaban los Cuarenta él oía onda Cero. Mientras ellos leían El Mundo Deportivo él leía El País y mientras ellos veían Sálvame él se entretenía con Salvados. Todo esto le hacía sentirse un enorme ignorante. Al final las conversaciones siempre giraban en torno al último éxito de Lady Gaga y no sobre el comentario de D. Antonio García Barbeito; al resultado del Messi 3-Cristiano 2 (o viceversa),  en vez de las actuaciones de la Fiscalía en el caso Malaya;  y a la cuñada de la Jurado en vez de la prima de riesgo. Brain lo tenía claro, era un bicho raro.
Dentro de sus aficiones, no estaban las videoconsolas. Con esos dedazos que Dios le había dado,  le era imposible tocar los botones de uno en uno. Ante la imposibilidad de jugar sin tocarlos todos a la vez, se había decantado por la lectura. Días antes de entrar en esta espiral autodestructiva, había estado leyendo un viejo libro que en su momento le había dado pereza comenzar. Casualmente y como un regalo divino, acababa de leer Caballo de Troya de J.J. Benitez.
Quizá por ello, en ese momento de letargo que acababa de tener, su mente le había trasladado a aquellos tiempos que el libro describe. Vio con claridad a los Escribas, a los Fariseos, a Pilatos, Judas… y Barrabás. ¡Barrabás! ¡Barrabás! El populacho enardecido gritaba su nombre, y él, contagiado del fervor popular se sumo al grito ¡Barrabas! ¡Barrabás! Poco importaba lo que sucediera después.  Poco importaba si se había hecho justicia o no. Lo importante para Brain era que por fin era uno más. Su peligro de exclusión social había llegado a su fin. Ya ni siquiera  le importaba haberse visto, en esa especie de sueño producido por el letargo, como a un Pedro que negó tres veces a su mejor amigo, guía y mentor.  Ahora ya era libre y tenía claro que esa noche sería, por fin, distinta.
Como a él le gustaba, haría una cena ligera. Como a él le gustaba tomaría un Gin Tonic contundente. De esos que tienen más frutas que la jaula de un mono. De hecho hay estudios científicos que afirman que quien no come tres piezas de fruta al día es porque no se toma un Gin Tonic.  Y mientras, aunque no le gustara, dentro de su terapia de socialización, vería Futboleros en Marca TV, para después, irse a la cama tranquilo.
Y así lo hizo. Era la una de la madrugada cuando Brain reposó por fin su cabeza en la almohada.  Lo tenía todo controlado. Todo el plan había salido como había previsto. Sólo quedaba disfrutar de esa maravillosa sensación de no tener que hacer ni siquiera un  esfuerzo para cerrar los ojos. Ya lo harían ellos solos, mañana era día de descanso para él y para el despertador… pero la maldición estaba ahí. 
Ahora a Brain era otra la duda que le asaltaba, que le dejaba sin dormir, que le corroía su  curiosidad.  La cabeza le iba a estallar, no podía ser. ¿Por qué Señor?, ¿por qué?.  ¡Pero si al final no es más que una cuestión menor, una mamonada!. ¡Ni siquiera un cotilleo!. Se repetía ¿Por qué me consume esta gilipollez? se preguntaba.
 La cuestión que ahora inquietaba a Brain era la de por qué, en ese viaje imaginario a tiempos tan remotos que esa misma tarde había tenido,  Judas se ponía morado a Mortadela.

Ahora Brain era consciente de dos cosas. Se había quedado sin principios y sus inquietudes eran cada vez más pobres.

Nota: Ficción fruto de una tarde de frio, lluvia e inspiración. Los personajes y situaciones son fictícios. Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.