Con más de 100 años presente en el puerto, se asoma a la bahía su figura arraigada al suelo de nuestra ciudad, echando raíces como un árbol. En todo este tiempo ha sido testigo impasible de millones de historias que la han rodeado y en las que siempre ha estado presente en silencio. Su silueta ha sido la baliza que ha dado paso a miles de embarcaciones, chalupas, lanchas, botes, veleros, grandes cargueros, transatlánticos… La que en tierra ha dado cobijo contra el frío a multitud de pescadores, niños y millones de paseantes. La misma que sobrevivió al calor, al frío, al poderoso viento sur… a las tempestades…
Ella es uno de nuestros símbolos, uno de esos pocos vestigios que nos quedan en un Santander con escasos edificios históricos, sin apenas monumentos arraigados, sin casco viejo, sin cultura palpable y visible que trasladar a nuestros hijos. La Grúa de Piedra se mantiene imperturbable y debería seguir haciéndolo eternamente como nuestro relevo generacional, como un testigo que se puede entregar con firmeza y con orgullo. Su conservación y mantenimiento son primordiales, sería totalmente insuficiente un lavado de cara con un bote de pintura, creo que se merece bastante más. Debería ser nuestro monumento, la enseña más emblemática de nuestra ciudad, la que expresa nuestro compromiso y el trabajo con el mar, con el puerto, con la bahía… la de tantos santanderinos que estuvieron, que se fueron… Por eso merecería ser tratada con la atención especial que ella siempre nos brindó.
(Fuente: Blog Grúa de Piedra)